UNA NAVIDAD MUY ESPECIAL
En
un pueblo pequeño de nuestra querida y añorada tierra extremeña vivía hace
algunos años, un niño llamado Nicolás. Por aquel entonces Nicolás tendría siete
años pero ahora ya será mayor y seguro que se acordará de esta historia, tanto
como la recuerdo yo.
Para
todos, Nicolás era “Nico” y cuando era
pequeño solía jugar con sus amigos a corretear por la calles de su pueblo y
llegar hasta la plaza del ayuntamiento. Se divertía mucho haciendo esto porque para
él, era como ganar una carrera.
Después
de hacer largo recorrido por las distintas calles de su pueblo, a Nico le
gustaba ir a parar a la fuente de la plaza. Al llegar, se sentaba junto a ella y
dedicaba unos minutos a divagar entre sus pensamientos; mientras escuchaba, el suave
golpeteo del agua caer. Incluso había algunos momentos en los que se encontraba
triste y sus amigos intentaban animarle, llamando su atención continuamente
pero él, absorto entre sus ideas, no se percataba de nada y simplemente
“pensaba”. Algunas veces, interrumpían sus pensamientos el continuo repicar de
la campanas de la iglesia contigua que anunciaban siempre la hora de irse a
casa. A Nico, no le gustaba nada
tener que irse cuando estaba pensando porque era para él su momento mágico, el
mejor momento del día.
La
verdad es que a los amigos de Nico
les hubiera encantado saber qué pensaba este pero él, nunca les contó de qué
trababan sus pensamientos. Consideraba que tenía un secreto que nadie podía
descubrir. No obstante, Nico relataba
que llegaría un día en que pudiera revelárselo a todos.
Un
día, mientras Nico jugaba como
siempre con sus amigos, se dio cuenta de que las calles empezaban a estar
adornadas con luces de colores, que hacía más frío que de costumbre y que las
personas entraban y salían de las tiendas cargadas con bolsas de regalo;
entonces se acordó de que en el colegio le había dicho “su seño” que se acercaba <>, una época muy especial en la que las familias se reúnen y comparten
la alegría de estar todos juntos.
Nico, al descubrir que estaban en
tiempos de Pascua cambió por completo su expresión en la cara y pasó de ser un
niño triste a vivir un poco más feliz. Y es que la Navidad le hacía sentirse
diferente porque, entre otras cosas, le llenaba de recuerdos inolvidables. Se
acordaba de aquellos tiempos en los que sus abuelos iban a casa por estas
fechas; además de sus tíos y primos que iban también a visitarle. Con sus
primos, Nico se entretenía mucho
colocando, sobre la mesita del rincón de su casa, las figuritas del Belén. Se
lo pasaban en grande todos juntos porque además de decorar la casa, jugaban y se
sentaban a escuchar las increíbles historias navideñas que su abuelo solía contarles
cada año.
Pero
de repente Nico, dejó de pensar en
esto y volviendo a la realidad, analizó que en los últimos años, sus navidades
no habían sido tan familiares y hogareñas como lo eran antes y anhelaba que
todo fuese igual que nada hubiese cambiado. No sabía que podría hacer él por
cambiar esta situación pues era tan pequeño y su familia estaba tan lejos...
que no logró encontrar el modo de reunirse con ellos pero sí sabía que su
felicidad sería completa el día en que estuviesen todos juntos.
Una
noche de invierno, después de cenar, a Nico
se le ocurrió una idea. Salió al portal de su casa a ver si podía encontrar una
estrella en el cielo tan grande y tan llena de luz como la que su abuelo le
había descrito en una de sus historias y a la que, al igual que el protagonista
de la misma, pudiera pedir un deseo. Estuvo largo rato intentando encontrar una,
pero ninguna se parecía a la que él buscaba, a la que su abuelo le había descrito.
Desilusionado
entró a casa y fue hasta su habitación pensando que jamás podría pedir su deseo
pues no encontraría una estrella como esa que buscaba, una estrella similar a
aquella que un día guió a los tres reyes de oriente en su camino a encontrar al
recién nacido niño Jesús.
No
obstante, no desistió y una noche tras otra salía al portal para ver si la hallaba.
Y
se acercaba ya la noche más señalada, la noche de nochebuena y aún no había
ninguna señal a la vista. Nico seguía
pensando que algún día sería como el niño de la historia de su abuelo y que
sería tan feliz como aquel. Mientras tanto, acudía al colegio en sus últimos días
antes de comenzar las deseosas vacaciones. Allí, se encontraba con sus amigos,
quienes les detallaban minuciosamente cuáles eran sus regalos preferidos para
pedir por navidad pero Nico aún no
había escrito la carta a Papá Noel y tampoco pensaba escribirsela pues este
año no pediría nada, ni siquiera regalos, ya que no le haría feliz recibir algo
de lo que ya le sobraba. Sus amigos, no entendían este hecho y encontraban
extraño que Nico no quisiera pedir
nada por Navidad puesto que ningún niño se quedaba sin pedir juguetes. No
obstante y a pesar de todo, respetaban su decisión porque al fin y al cabo eran
sus mejores amigos.
La
verdad es que Nico no perdía el
tiempo ofuscado por las cosas materialistas pues consideraba más importante
tener buenos valores, ser una persona humilde y no pensar tanto en sí mismo
sino en los demás porque sabía, “a ciencia cierta”, que había muchos niños en
el mundo que no tenían, en estas fechas, nada para compartir. No quería imaginarse
a aquellos niños viviendo solos o incluso trabajando para poder comer.
¡Qué
curioso era salir a las calles en Navidad! Decía Nico pues había muchos pinos, estrellas y adornos decorados con luces
llamativas; incluso casi todas las tiendas tenían un pequeño Belén como símbolo
del nacimiento de Jesús.
A
los niños del pueblo les divertía jugar con botes de nieve y confeti que compraban
en algún quiosco, pero desafortunadamente no era nieve de verdad, porque en el
pueblo de Nico no habia nevado nunca.
La
noche del veinticuatro de diciembre, Nico,
salió una vez más a la puerta de su casa y sentado en una mecedora, aguardaba que su adorada estrella apareciese. Entre
tanto empezaron a caer los primeros copos de nieve. Nico se quedó asombrado al
verla por primera vez y creyó estar soñando. Permaneció allí tanto tiempo recostado,
que sin querer se quedó dormido y cuando su madre salió a buscarlo estaba
helado y ya era media noche. A ella no le preocupaba que él estuviese allí,
siempre que no fuese invierno ¡claro! pues sabía que a Nico le encantaba mirar las estrellas, era una de sus muchas aficiones.
Al
oír la voz de su madre, Nico despertó
y la escuchó decir que tenía que irse a la cama que ya era muy tarde. Entonces
él, sin pensárselo, miró al cielo un instante, había dejado de nevar y de repente
allí estaba; sí, sin duda, era esa estrella que tanto tiempo había buscado. Parecía
enorme y brillaba como una potente luz. Estaba seguro de que se vería en todo
el universo, era imposible que pudiese pasar desapercibida; pero tal vez, los
demás niños no estuvieran pendientes de ella sino de la llegada de Papá Noel.
Así
que, mientras su padre iba a buscarlo para llevarlo en brazos a la cama, Nico se quedó perplejo mirando la estrella
y en un instante ésta brilló de un modo especial, como centelleante y se
produjo un segundo fugaz.
Al
día siguiente, Nico se levantó feliz;
contento de ver un paisaje tan espectacular y ayudó a su madre con los
preparativos de Navidad. Con todo el ajetreo, olvidó que la noche anterior había
visto la estrella pero recordaba bien la historia que contó su abuelo.
En
un día tan señalado como el de Navidad Nico
no era completamente feliz, pues sabía que parte de su familia estaba muy lejos
pero tenía el presentimiento de que aquella Navidad iba a ser muy especial,
más incluso que las vividas cuando aún era más niño.
Ensimismado
en estos pensamientos, oyó un jaleo cerca del huerto de su casa y pensó que
eran sus amigos o los niños del pueblo tal vez. Se asomó a la ventana del salón
y vio a tres niños más o menos de su edad, que se dirigían hacia su casa
acompañados de sus padres y abuelos. No les reconoció, aunque si creyó que sus
caras le resultaban sorprendentemente muy familiares.
Sonó
el timbre de la puerta de entrada y Nico
fue a abrirla. Al hacerlo, se encontró con aquellas personas a las que minutos
antes había visto a través de la ventana y llamó a su madre para que saliera a
recibirlas. Entre tanto, el mayor de los niños preguntó a Nico que si se acordaba de ellos, pues eran sus primos, tíos y
abuelos que venían a casa por Navidad. Nico
no creyó que aquello fuese real sino fruto de su imaginación. Aun así, fue
corriendo a avisar a su padres de la noticia y al enterarse, todos lloraban de
la emoción pues era mucho el cariño que se tenían y mucho el tiempo que habían
estado separados.
Se
sentaron todos juntos a la mesa para conversar y recuperar el tiempo perdido.
Compartieron sentimientos y degustaron los dulces típicos de estas rememoradas
fechas. La casa de Nico se llenó de alegría, alboroto, risas y festejos; nunca imaginó
que pudiera ser tan feliz. Era evidente que su felicidad se había colmado y
todo gracias a esa estrella que había hecho realidad su deseo: compartir La Navidad
con toda su familia. Desde entonces, pidió por navidad que
todas las familias estuvieran reunidas.
Pero
la historia no acaba aquí, Nicolás había sido tocado por la magia de la
estrella y su llama centelleante le había convertido en alguien especial y es
que Nico deseó tanto tanto ser como aquel
niño de la historia de su abuelo que acabó convirtiéndose en él, en un ser
dotado de un don peculiar que siempre en secreto por navidad, hace regalos a
los niños y cumple sus deseos. Es así como Nico,
gracias a sus valores y a sus buenos deseos, se convirtió desde entonces en San
Nicolás, en nuestro querido y adorado Santa Claus.
“Me
alegro mucho de que Nico me contara su secreto para que pudiera revelároslo yo”.